
En la tierra donde ella estaba, se encantó con los vuelos del pájaro,
(planeando alto y bajo dependiendo el momento)
y además, porque en su encuentro, su primer reacción, no fue querer devorarla.
Bien apegada a alguna de sus plumas, volaron juntos, por algunos cielos despejados y también nublados. Ellos sabían que provenían de distintos lugares pero individualmente eran tiernos y juntos emanaban amor, esencia de la cual las palabras no pueden explicarla porque la esencia está “más allá de lo visible” o “lo esencial es invisible a los ojos”
–La que más les guste-.
Adonde sea que iban todo se iluminaba, incluso hasta los de sus especies, a veces adoctrinados en el maltrato y la cacería, los trataban con suave calma.
Compartieron poco pero se conocieron y sintieron como si uno de ellos fuera de su misma especie (aunque no lo eran).
Ella contemplaba su Vuelo y él su Tierra.
Hasta que la gusana se transformó en mariposa.
Conocía la Tierra y ahora también disfrutaba del Vuelo, frágil, suave y liviano. Se dejaba llevar por él.
Sabía que no podía ser de otra forma, ya que su vida era corta y bien sabía también, que esa luz generadora de buena energía no podría durar demasiado en un lugar con tanto cemento por medio…Donde la ternura era casi milagrosa y donde todo lo que parecía ser felizmente concebido, no era más que una gran mentira enseñada, con miles de educados.
La mariposa hacía rato, se había dado cuenta que su vida sólo tenía 24 horas, aunque completamente inexperta del tiempo, “sus ojos liberados deteníanse en el plano de lo inmediato y veían y reconocían cuanto era visible, familiarizándose con este mundo sin preocuparse por su esencia ni aspirar a una más allá”.
Sin conciencia alguna sabía que lo que vivía a cada instante era único y, en su vuelo, no tenía espacio para buscar explicaciones.
Un día, el pato, al notar su brillo, sus terribles ganas de vivir, que en ese instante eran compartidas, sacó la cabeza del agua estancada y la tentó con sus sorprendentes ofrendas…La mariposa anonadada, se paralizó, porque a pesar de conocer bien al simple pato, le dio demasiada importancia a sus actuaciones poco comunes (imitaba a cualquier animal con sonidos novedosos), pero sobre todo, le dio importancia a sus palabras, a las palabras…Cómo pudo darle tal importancia?! Sabiendo que los patos no hablaban?!
El pato creyó sentir algo…Algo de vuelo, como tal vez en algún momento pudo realizarlo, pero sólo y muy cerca del agua, muy cerca su cabeza dentro, hundido en ella, en el agua, pero más que nada en su cabeza.
Fue entonces cuando la mariposa, se volvió a transformar en gusana.
Se puso triste al ver que todo sí tenía una mera explicación y que, su intervalo de alegría y vuelo, había terminado.
Entonces se dibujó.
Una gusanita era, en medio de una pradera pavimentada, hasta que se dio cuenta que si podía dibujarse a ella misma, también podría volver a ser la mariposa y tal vez, también, dibujar al pájaro (pero no lo hizo porque entendió que él estaba preocupado por su impulsivo vuelo subrayado y más que nada porque su verdadera profesión era encontrar el camino…Casi travesía, hacia sí misma).
Así, con trazos finos y delicados esta vez, volvió a ser una mariposa. Pero esta vez voló sola, disfrutó cada recuerdo y cada momento, cada especie, cada semilla, tachó el tiempo y pudo sentir que si realmente existía un Destino, por qué tener miedo…Se divertía volando y cuando extrañaba la Tierra se volvía a dibujar y se transformaba en gusana y luego dibujaba diferentes alas y volvía a ser mariposa. Y sorpresivamente fue encontrando y reencontrando distintas mariposas y gusanos que también se dibujaban y que, a pesar de, todos ser bien diversos con sus trazados, había algo que los unía…El valor de la existencia.
Ahora, se arrastraba y volaba, entre el suelo y el cielo…pero con diferentes líneas…Y así era una gusana mariposa, impredecible y desigual, cada día y a cada rato…A veces volvía a ser la gusana solitaria, porque lo disfrutaba, pero siempre, recordando y cuidando a sus distintos semejantes, afortunadamente unidos y conmemorando, continuamente, lo linda que era la vida, pero por sobre todo, lo lindo que era estar vivo.